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Publicado: 20/12/2009
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Fuente: Página 12 Turismo

Durante la temporada de verano, el espectacular valle andino de Las Leñas se convierte en un centro de turismo aventura que también invita a la contemplación y el contacto con la naturaleza. Mountain bike, escalada, rappel, trekking, rafting, 4x4 y buceo de altura.

Cuando se llega a Las Leñas en plena temporada estival, el glamoroso centro de esquí se muestra irreconocible. Si en invierno absolutamente todo, desde la puerta del hotel hasta la cima de la montaña, está cubierto de nieve, en verano reina la aridez y las montañas se ven casi peladas, apenas cubiertas por un suave tapiz verde con manchones de nieve en la altura. Lo único que no cambia es la espectacularidad del paisaje, con los hoteles hundidos en el corazón de ese gran valle que parece un gigantesco anfiteatro natural.

¿Por qué visitar Las Leñas en verano? En primer lugar porque está en el sur de Mendoza, en el departamento de Malargüe, una zona que ofrece unos paisajes muy singulares diferentes del resto de la provincia. Muy cerca se visita el Pozo de las Animas –dos depresiones o “dolinas” llenas de agua– y a 100 kilómetros las formaciones montañosas conocidas como los Castillos de Pincheira, vieja tierra de aventuras y bandoleros. Además está a poca distancia de la Payunia, una reserva natural de 450.000 hectáreas que concentra unos 800 conos de volcán.

Las Leñas tiene también la singularidad de concentrar en un área muy pequeña un amplio abanico de alternativas de turismo aventura, ecoturismo y turismo activo. Los lugares donde comienza la acción están a solo diez minutos del hotel, con actividades muy divertidas y sencillas, aptas para un grupo familiar, hasta opciones extremas que implican subir por ejemplo a la cima del cerro Leñas. Por último, otra ventaja es que en verano los precios son mucho más accesibles que en invierno.

HACIA LA AVENTURA

Entre las propuestas más interesantes vale probar una salida en bicicletas de montaña que incluye el ingreso a una extraña cueva. La excursión parte desde la puerta de cualquiera de los hoteles, hasta donde llegan los guías con una moderna bicicleta y un casco para cada uno. Pasadas las necesarias explicaciones de funcionamiento y precauciones, el grupo parte pedaleando sobre el asfalto de la ruta provincial 222. Pero a los dos kilómetros hay que desviarse a la derecha, para comenzar a circular sobre terreno pedregoso. El trayecto es en verdad sencillo, porque casi no hay subidas, aunque por momentos la cosa se vuelve peliaguda.

Al llegar al puesto de Don Eduardo, que lleva a sus chivos hasta allí para que se alimenten durante el verano, aparece el primer obstáculo. Se trata de un arroyo con agua de deshielo que se cruza con la bici al hombro, haciendo equilibrio sobre un angosto madero. Del otro lado del río está la cueva del Tuduque, unos 20 metros arriba de una empinada ladera. El ascenso a la cueva no es para nada sencillo, porque a cada paso se desprenden del terreno unas cuantas piedritas... y un resbalón podría ser fatal. Por eso las medidas de seguridad incluyen una “via ferrata”, una línea de acero asegurada a la pared de la montaña, a la cual el aventurero se vincula a su vez con un arnés y un mosquetón.

El esfuerzo de subir hasta la cima tiene su recompensa, porque la vista desde arriba es espectacular. Y una vez allí el grupo se interna por los pasadizos de la cueva para descubrir sus extrañas formaciones de yeso y los excrementos de los búhos que se refugian por las noches.

A PIE Y A CABALLO

Si la idea es salir a caminar tranquilamente por la montaña, desde Las Leñas parte un trekking que culmina en la asombrosa formación natural conocida como el Pozo de las Ánimas. La caminata comienza al borde de la ruta, a través de una escasa vegetación de arbustos como la leña amarilla (que se usa en la zona como leña, y da nombre del lugar), pastos y cortaderas. Así es el suelo, mientras en el cielo suelen aparecer jotes y majestuosos cóndores, que se pierden en el firmamento como un puntito oscuro.

Tras dos horas de caminata se llega al Pozo de las Animas, el nombre de dos dolinas que vistas desde el cielo parecen dos ojos de agua abiertos en la tierra. Las dolinas son hoyos circulares surgidos de un arroyo subterráneo que horadó durante años un terreno frágil, en este caso rico en yeso: así se fue formando un vacío varias decenas de metros bajo la superficie, hasta que la última capa colapsó por su propio peso formando un descomunal agujero. Las aguas subterráneas y de deshielo se acumulan en estas depresiones, cuyo fondo tiene forma puntiaguda como la de un cono.

El sugestivo nombre del Pozo de las Animas se debe a una antigua leyenda, según la cual un grupo de indios puelches perseguidos por los araucanos tendieron una trampa nocturna a sus perseguidores, haciéndolos caer en uno de esos pozos: por eso, cuando el viento se envuelve a sí mismo en esos círculos y silba misteriosamente, hay quienes dicen que se oyen los gritos de las almas en pena.

Otra buena forma de abordar los sinuosos paisajes cordilleranos de Las Leñas es a caballo, para disfrutar de este paisaje típico del “ecotono” (zona de transición) hacia la geografía de la Patagonia, con la que tiene en común numerosas especies animales y vegetales. Al comenzar la cabalgata el guía ofrece una interpretación del panorama circundante, que estuvo cubierto por el mar hasta hace 60 o 70 millones de años, cuando comenzó a surgir la cordillera de los Andes. Por eso en la cima de las montañas hay fósiles como trilobites y amonites, que se diría importados de otro mundo. Y también resulta curioso enterarse de que estos valles fueron profundizados por el paso de los glaciares, durante la era de las glaciaciones.

Mientras tanto los caballos cruzan un pequeño río y tratan de buscar las vegas, alimentadas por manantiales subterráneos, que en medio de tanta aridez sobresalen con claridad por sus pastos verdes como de campo de golf. La Cabalgata de la Colina es la más común en la zona, y recorre unos diez kilómetros para llegar hasta los 2350 metros sobre el nivel del mar. Por la altura, el paisaje carece de árboles, pero llaman la atención entre los matices áridos las florcitas amarillas de un arbusto llamado melosa.

ESCALADA Y RAPPEL

Una de las excursiones más divertidas de Las Leñas combina escalada en roca, descensos en rappel y el cruce de un río con la técnica de tirolesa. El cerro donde se escala surge a cuatro kilómetros de la zona de hoteles, y para llegar hay que cruzar en tirolesa un río de 30 metros de ancho: un buen debut aventurero, para luego comenzar, ya frente a la pared de roca, los preparativos de la escalada.

A pesar de las apariencias, no se trata de una técnica difícil. Y aunque los riesgos son prácticamente nulos, la adrenalina está a la orden del día. La modalidad más emocionante es la escalada en la roca, que se realiza sólo con las manos y los pies, más un casco y un arnés con cuerda de seguridad atada en la parte superior de la pared. Ya desde el principio el novato escalador se da cuenta de que una escalada simple no requiere mucha fuerza ni habilidad, sino inteligencia. La clave está en aplicar la técnica tal como la explica el instructor. Siguiendo estas instrucciones –practicadas antes en un lugar sencillo– incluso quien nunca se haya trepado siquiera a un árbol descubrirá que es capaz de escalar una pared vertical de roca que mide 15 metros de altura.

Como todo lo que sube baja, también se hacen descensos en rappel, una técnica que requiere de la ayuda de una cuerda y un arnés, de espaldas al precipicio. La salida está pensada como una escalada de iniciación, es decir que la puede hacer cualquier persona con un mínimo estado físico y sin experiencia, a partir de los diez años. Entretanto, los experimentados en escalada y rappel tienen una opción más compleja en “La pared del viento”, a 20 minutos de caminata del lugar de la primera excursión. Esta pared mide 50 metros y es mucho más vertical que la anterior.

TRAVESIA EN 4X4

Desde Las Leñas parte una excursión en camioneta 4x4 que llega hasta lo alto del cerro Fósiles, donde se puede caminar por el interior de una cueva de hielo. No es una excursión en 4x4 común y corriente, ya que se sube por pendientes que alcanzan los 30 grados de inclinación, y por eso sólo se puede hacer con un chofer experto que domine las técnicas de off road. La excursión, de medio día, se vale de un poderoso camión Unimog que tarda una hora y media en llegar cerca de la cima, casi a 3000 metros de altura. El traqueteado viaje tiene como punto culminante la laguna Encantada, que aparece de repente con todo su resplandor rodeada por el verde intenso de las vegas de altura. Alrededor de la laguna el grupo de viajeros camina un rato hasta llegar al desagote del espejo de agua, cuyo curso horada un profundo manto de nieve creando una cueva de 200 metros. El guía evalúa la dureza del hielo, pero por lo general se puede caminar dentro de la cueva entre 30 y 50 metros hacia adentro. Aquí suele haber parejas de cauquenes, aves emblemáticas de la cordillera y la Patagonia que nadan en fila con sus crías.
Ascender a la cima del cerro Leñas es la excursión más extrema del lugar.

A LA CIMA DEL CERRO LEÑAS

La excursión más extrema que se realiza en Las Leñas invita a una combinación de cabalgata, trekking y escalada hasta la cima del cerro Leñas, visible desde los hoteles e inconfundible por su forma de aleta de tiburón. La cabalgata es de alta complejidad, al borde de profundas cornisas y con una marcada inclinación en el terreno. Por eso se avanza cuidando mucho los caballos, dándoles tiempo de descanso y controlándoles la respiración. En total son cinco horas de travesía hasta un lugar donde los animales ya no pueden subir más: es allí donde comienza una caminata de una hora y media por sectores complejos de la montaña, donde hay que vincularse a una “via ferrata” con arneses por el peligro de un posible resbalón. La falta de aire se hace sentir, y casi llegando a la cima está la parte de mayor dificultad: hay que escalar los últimos 15 metros por una pared vertical con todas las medidas de seguridad del caso. A la cumbre se sube en grupos de dos o tres personas, ya que no queda lugar para más. Y desde los 4351 metros se ven prácticamente todos los valles de alrededor –hasta donde alcanza la vista– y también se observa cómo los Andes van descendiendo hacia el lado de Chile. Antes de bajar, quienes llegaron a la cima estampan su nombre en el libro de cumbre, protegido dentro de una lata entre las rocas.

Fuente: Página 12 Turismo
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1680-2009-12-20.html


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